Tuesday, March 30, 2010

Cuando el enemigo es uno mismo

Santiago 1

13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

Comentario:

No sería fácil nombrar el pecado más fácil de cometer, ya que cada persona tiene diferentes debilidades. Pecados comunes como el orgullo, la lascivia, el mentir, fornicar etc. Podrían ser la debilidad para algunos mientras que para otros no lo son. En término general cada persona tiene tendencias o debilidades pecaminosas, y conocer o admitir cual es nuestra propia tendencia nos ayudaría mucho en formar defensas contra tales debilidades. Cuando una nación va a la guerra le es más fácil vencer a sus enemigos y a la vez protegerse cuando sabe contra quien se enfrenta, cuáles son sus fortalezas, debilidades, en qué tipo de terreno seria la batalla etc., alguien dijo “eres tan fuerte como tu debilidad” o sea la debilidad de la persona limita que tan fuerte es.

Este es el dilema del cristiano, nosotros mismos somos nuestros peores enemigos, es decir nuestra carne. Cuando hacemos lo que queremos o deseamos hay una gran probabilidad que estamos pecando, es cuando sacrificamos lo que queremos hacer y hacemos lo que Dios quiere que estamos haciendo lo debido (Mateo 16:24). Imaginemos de nuevo que una nación valla a la guerra, obviamente los soldados van hacia adelante contra el enemigo sin tener que mirar hacia al lado o hacia atrás ya que allí se encuentran sus compañeros, y aliados en la batalla, pero que sucedería si hay enemigos aun en el mismo batallón? Obviamente la guerra sería un desastre, nadie sabría cuando seria atacado. Esto es precisamente lo que sucede con la carne, debemos de estar alerta para cuando nuestros propios deseos se tornan contra nosotros mismos (Gálatas 5:17)

Sin darnos cuenta lo que nos encanta se entrara sutilmente en nuestros corazones, a veces notamos que es indebido pero lo permitimos, y sin percatarnos nosotros mismos, es así como nuestra carne se convierte en nuestro peor enemigo tratando de arrastrarnos al infierno. Por esto dijo Santiago que cuando alguien fuese tentado nunca diga que es de parte de Dios sino de parte de nuestras propias concupiscencias y deseos pecaminosos, estos nunca dejaran este cuerpo, sin embargo no estamos destinados a ser subyugados por ellos ya que Dios nos ha dado las herramientas necesarias (Efesios 6:11-17) para contrarrestarnos a “nosotros mismos” y ganar la batalla.

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