Wednesday, October 13, 2010

El incomparable Dios

Salmos 8


5 ¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para que seamos semejantes?
6 Sacan oro de la bolsa, y pesan plata con balanzas, alquilan un platero para hacer un dios de ello; se postran y adoran.
7 Se lo echan sobre los hombros, lo llevan, y lo colocan en su lugar; allí se está, y no se mueve de su sitio. Le gritan, y tampoco responde, ni libra de la tribulación.

Comentario: El Dios incomparable, pregunta: a que se le puede comparar? (verso 5). La pregunta es dirigida a una nación idolatra, que estaba reemplazando el creador del universo por obras de manos. No hay a quien asemejar a Dios, muchos menos igualarlo, no hay comparación con el Dios de toda la tierra. El salmista en el salmo 8 dice: cuando veo los cielos obra de tus dedos digo: que es el hombre para que tengas de el memoria y el hijo del hombre para que le visites? En un momento de claridad el salmista notaba la extraordinaria presencia, poder y majestad de Dios, y en ese momento no se explicaba porque Dios se acordaba de los hombres. El hacer representación de Dios con obras de manos, aun pareciere inocente no lo es, por que Dios aborrece esto (verso 6).

En el verso 6 vemos la gran estupidez de tal acción; toman oro, pesan plata, para hacer un Dios, luego se postran y lo adoran. No hay lógica en adorar algo que uno mismo creo, lo creado adora a su creador, no el creador adorando lo que creo. Se entiende que si creas algo, lógicamente tienes mas conocimiento y poder, sin embargo estas personas adoraban lo que crearon, en el orden normal, debemos sin reservaciones adorar a nuestro creador. En el verso 7 Dios hace la observación de lo ridículo que es tal cosa: lo echan a los hombros, lo colocan en un lugar, le gritan y no responde ni libra de tribulación. De que vale tener estatuillas en los templos y adorarles?, de que vale, poner la confianza en cosas vanas que no tienen validez? Quizás no sea una estatuilla o un ídolo, pero puede ser unas prendas, un vestido, un carro, una casa, asegurémos que nada, absolutamente nada reemplace a Jehová Dios de Israel, pues el es incomparable.